Los
nueve círculos del Infierno.
Primera
parte: El Alto Infierno
Descubrir
la Divina Comedia de Dante Alighieri se
asemeja a que nos lleven con los ojos vendados a un lugar desconocido y, al
permitirnos ver, encontrarnos con un manantial de agua cristalina que emerge de
una montaña. En primer lugar, porque él puede saciar nuestra sed de
conocimientos y, en segundo, porque su omnipotencia nos permite admirar una de
las obras maestras más destacadas de la literatura universal. Y
pensar que la base de ella, la plataforma argumentativa de casi toda la obra
proviene de la Mitología Griega, sobretodo el primer texto que la compone, Infierno, el
cual está inspirado en el célebre “Hades” o
“Inframundo” que los antiguos griegos supieron temer. Pero más allá de que
el Hades haya sido fuente inspiradora de su Inferno,
Dante ubica en los distintos círculos del mismo a varios de los personajes
griegos, legendarios e históricos, según los pecados que el autor considera que
cometieron en su vida terrenal. De esta manera, tanto Aquiles, Héctor, Odiseo y Diomedes como Homero, Sócrates, Platón, Aristóteles y Averroes son
castigados en el tenebroso infierno que el poeta florentino imaginó, allá por
los inicios del siglo XIV.
Estructura
del Infierno “dantesco”: El Infierno de Dante presenta nueve círculos concéntricos que van
“hundiéndose” en las entrañas de la Tierra, en proporción a los pecados
cometidos; es decir: cuánto peor es tu pecado, más lejos de Dios estás. Si
bien esta distribución infernal no se condice con el Hades griego, sí lo hacen
los ríos que se deslizan por él, como el Aqueronte, la Laguna Estigia y el
Cocito, entre otros, que aparecen aludidos por los antiguos poetas griegos en
sus historias legendarias. Otra de las similitudes es que un ser vivo (Dante),
puede bajar a los infiernos, empresa que en las fábulas mitológicas de los
griegos realizaron Orfeo, Heracles, Odiseo y Eneas.
Justamente,
la “Eneida” es de gran
influencia para el poeta florentino, no sólo por la coincidencia de la bajada
del héroe al mundo de los muertos, sino porque quien la escribió, Virgilio, es el
guía de Dante en su recorrido por el Infierno y el Purgatorio. En ese sentido,
el concepto de guía dentro de la obra es literal y metafórico, ya que Alighieri
considera a Virgilio su “guía” e “inspirador” en términos de escritura.
Estructura
del Infierno de Dante
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Pero
los invito a recorrer el Infierno, bajo mi humilde tutela, tal como Virgilio
acompañó a Dante.
Luego
de atravesar la puerta infernal, Dante y Virgilio llegan a un lugar previo al
Infierno propiamente dicho, en el cual penan aquellos que se mantuvieron
imparciales y no tomaron partido por Dios o por el “mal”. Por su parte, a un costado, miles de almas
esperan cruzar el río Aqueronte con la barca de Caronte, el barquero del infierno, función que también
cumplía en el Hades griego. Al cruzar la orilla, comienza el verdadero
Infierno.
Caronte,
el demonio barquero del Infierno, que traslada las almas por el río Aqueronte.
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Primer
Círculo: El Limbo.
El
primer lugar de castigo es para aquellos que no han cometido pecados pero, al
nacer antes de la llegada de Jesús a la tierra, no lo conocieron y no se
convirtieron al evangelio. En efecto, allí moran muchos filósofos griegos
antiguos como Sócrates, Platón, Aristóteles, como también el poeta Homero y el propio Virgilio. El castigo son las
tinieblas y la imposibilidad de conocer alguna vez a Dios. Entre los personajes
mitológicos, están Héctor, Eneas, Electra y la
amazona Pentesilea. Vale aclarar que Dante atribuye a todos estos
últimos personajes mitológicos el simple pecado de no conocer a Jesús y esto
tal vez se deba a que son, sobre todo Eneas, los antepasados de los habitantes
de Roma, su patria.
Dante y Virgilio observan las almas de todas aquellas personas que murieron sin saber de Dios. |
Segundo
Círculo: Los
lujuriosos.
Dante,
siempre junto a su guía Virgilio, desciende a dicha instancia en la que sufren
condena aquellos que privilegiaron sus instintos sexuales por sobre las demás
cosas. El “anfitrión” del tenebroso lugar es Minos, el
rey de Creta cuya esposa lo engañó con un toro blanco y, de la unión, nació el
nefasto Minotauro. Es él quien decide el destino de todas las
almas, indicando con su cola de diablo el lugar correspondiente para cada
pecador. El castigo es, entre otros, un perenne huracán, no por casualidad,
debido a los “actos eróticos intempestivos” de los condenados. En esta parte
del infierno hay una gran grieta, producto del terremoto causado por Dios luego
de la muerte de Cristo. Lo concreto es que dentro de los personajes de la
Mitología Griega, los famosos “lujuriosos” son Paris y Helena. Ambos escaparon del castillo de Menelao, rey
de Esparta, de quien Helena era su esposa y Paris su invitado de lujo. Los
ardientes amantes privilegiaron su pasión por sobre la paz de sus pueblos y por
eso sufren su castigo en el Infierno. Aquiles, por su parte, sufre la
misma condena por el amor de muchas mujeres, pero por sobre todo por Briseida, por
quien abandonó a sus compañeros en batalla cuando Agamenón se la
quitó de sus aposentos.
Las almas los lujuriosos yacen girando en un tornado por la eternidad. |
Tercer
Círculo: Los golosos.
En este
círculo no hay personajes mitológicos que sufran castigo bajo la visión del
autor, aunque quien preside el lugar es el demonio Cerbero, el
monstruoso perro de tres cabezas, las cuales representan el pecado capital de
la “gula”. Asimismo, uno de los castigos de los condenados es ser aturdidos por
sus ladridos y devorados por el can, aunque las almas luego se regenera para
ser engullidos nuevamente, de manera eterna.
Cerbero, el demonio de tres cabezas que castiga a los glotones. |
Cuarto
Círculo: Los avaros y codiciosos.
La frase que se cita es una
amenaza de Pluto, el dios griego de la riqueza, que obviamente
preside el círculo de los avaros y despilfarradores. La misma, no tiene una
traducción literal, ya que forma parte del “dialecto” que se habla en el
Infierno. En tal círculo, sólo dicho dios está entre los condenados.
Las almas de los avaros hacen chocar rocas una y otra ves. |
Quinto
Círculo: los irascibles y los negligentes.
Al
contemplar la torre infernal que refleja una luz roja, un nuevo barquero se
acerca a Dante y a Virgilio para trasladarlos sobre la laguna Estigia. En
efecto, el remero es Flegias, quien representa la ira de los hombres. En la
tierra de los vivos, su hija fue raptada por Apolo y,
luego del romance, tuvieron un hijo que se llamó Asclepio. Pero Corónide le fue
infiel al dios, por lo que éste la mató. Flegias, encolerizado, incendió el
templo de Apolo en Delfos.
El
quinto Círculo está rodeado por la laguna Estigia y muchos condenados sufren su
condena en su lava hirviente. Asimismo, sobre dicho círculo se erige la
llamada “Ciudad de Dite”, cuyo muro posterior divide el “Alto Infierno” del
“Bajo Infierno”. Lo cierto es que también habitan el fango caliente de la
laguna las tres Erinias, que eran la
personificación de la venganza para los griegos. A su vez, éstas
amenazan a los poetas con llamar a Medusa para que los convierta en piedra y así vengarse
de Teseo, quien
raptó de los Infiernos a Perséfone. Vale
aclarar que aquí Dante podría haber invocado una venganza de Medusa contra Perseo y no
contra Teseo, ya que el primero le cercenó la cabeza, matándola.
Flegias, el otro barquero. Aquí se cruzará a Dante y a Virgilio sobre la laguna de lava hirviente llamada Estigia. |
Segunda
parte: El Bajo Infierno.
Habiendo
ya recorrido la primera parte de esta nota, el Alto Infierno, ahora
es tiempo de hundirnos aún más en sus profundidades, hasta llegar hasta los
aposentos de Satán. ¿Te animas?
Sexto
Círculo: Los herejes.
En este
círculo se castiga a aquellos que practicaron la herejía contra Dios, con lo
cual, ningún personaje de la Mitología Griega sufre castigo aquí. Sin embargo,
podemos advertir la presencia del filósofo ateniense Epicuro, quien
además de pregonar una corriente ideológica “hedonista”, negaba la existencia
de las almas, lo que lo convierte en un explícito hereje para el
Cristianismo. Aquí, los condenados sufren la desdicha de vivir eternamente en
sepulcros.
Los herejes sufren la desdicha de vivir eternamente en sepulcros. |
Séptimo
Círculo: Los asesinos y los violentos.
El séptimo círculo comienza ya
a mostrar las penas, los dolores y los alaridos más espeluznantes que, incluso,
pueden llevar al lector hasta las lágrimas. El círculo de los violentos es
presidido por un demonio cuya celebridad en la mitología griega se debe a su
cautiverio en el laberinto de Creta, donde fue asesinado por el príncipe de
Atenas, Teseo. Hablamos, por supuesto, del Minotauro, a quien Virgilio le
dirige las palabras arriba aludidas. Su violencia extrema sirve a Dante para
simbolizar la brutalidad del resto de los castigados. Pero, asimismo, vale
aclarar que el poeta toscano divide al círculo en tres recintos: el exterior,
el medio y el interior.
Minotauro, criatura mitologica que custodia el laberinto de Creta. |
En el
primero sufren castigo aquellos que ejercieron violencia contra sus prójimos,
más precisamente los ladrones, los asesinos y los tiranos. A su vez, quienes
tutelan el primer anillo del círculo son los Centauros, entre
los que se destacan Quirón (el más sabio de todos y maestro de Aquiles, el
héroe griego por excelencia) y Neso (quien
raptó a Deyanira, la esposa de Heracles -o
Hércules-, hecho por el cual el héroe le dio muerte). Quirón, al ver llegar a
Dante y a Virgilio, observa que el primero posee cuerpo y comenta a sus
compañeros en el dolor.
Centauros, criaturas mitologicas que cumplian con su objetivo sea cual sea. |
Luego,
comprendiendo la voluntad divina de los visitantes, le recomienda a Neso que no
violente contra ellos y los guíe por el anillo. En él, los condenados soportan
un terrible escarmiento, estando sumergidos en un río de sangre hirviente:
el Flegetonte. Entre las almas que allí padecen, aun se discute
sobre la presencia o no de Alejandro Magno. En su Comedia, Dante sólo refiere el nombre de Alejandro, por lo que
algunos se inclinaron a pensar que refería al macedonio, mientras que otros
aseguraron que en realidad se trataba de Alejandro de Tesalia.
Ya en
el segundo eslabón, resisten aquellas almas que se violentaron a sí mismas, ya
sea suicidándose y/o atentando contra su propia economía. El triste recinto se
asemeja a un bosque lleno de árboles donde, precisamente, éstos son las almas
de aquellos que, al quitarse la vida, “optaron” por prescindir de su cuerpo y,
he aquí, su transformación en el Infierno. De todas formas, no hay aquí griegos
históricos ni mitológicos.
Los
suicidas atentaron contra su propio cuerpo, con lo cual en el Infierno carecen
de él.
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Por
último, en el anillo interno permanecen los que violentaron contra Dios y otras
divinidades. En dicho recinto, los condenados sufren de las adversidades de una
arena hirviente y una copiosa lluvia de fuego, por lo que son abrasados por las
llamas de manera imperecedera. Y, entre los personajes que nos competen,
soporta su condena Capaneo. Luego del destierro de Edipo por
haber matado a su padre y haber desposado con su madre, sus hijos deciden
reemplazarlo en el trono, alternándose la regencia de Tebas, pero cuando se
cumple el mandato de Eteocles, éste no quiere cederle su lugar a Polinices. En
consecuencia, el engañado hermano se alía al rey de Argos y su ejército, para
destronar por la fuerza a su pariente. Y en efecto, dentro de esta tropa de
mercenarios se encontraba el forzudo y soberbio Capaneo, quien mató a muchos
tebanos y al estar ante las murallas de Tebas, escaló en ellas creyéndose
invencible. Pero su alarde no tuvo reparos y blasfemó contra Zeus, diciendo que
ni siquiera él podía detenerlo. Como castigo, el dios lo partió con un rayo. No
escarmentando ni en el Infierno, su arrogancia persiste y se rehúsa a
suplicarle a Dios por su alma que es embestida por las llamas, creyéndose
superior a Él.
Octavo
Círculo: Los fraudulentos
Tanto
el penúltimo como el último círculo del Infierno se hallan en un abismo
dentro del abismo, pues los mismos se sitúan en las profundidades de un
acantilado. Por ello, para descender a lo más bajo del Infierno, Virgilio y
Dante utilizan las espaldas del gigante Gerión, cuya
descripción aparece en la frase antes aludida. En ese sentido, la bestia
personaliza al pecado del “fraude”, poseyendo una apariencia de hombre ecuánime
pero con una cola venenosa de serpiente oculta. Obviamente,
estamos ingresando al octavo círculo, que encierra a los fraudulentos y que
tiene por nombre “Malebolge” (malas bolsas). Lo cierto es que el abismo consta
de diez bolgias que dividen a los pecadores en: seductores,
aduladores, simoníacos, brujos, políticos corruptos, hipócritas,
ladrones, consejeros fraudulentos, los que causaron cismas y peleas y, en la
última fosa, los falsificadores. Sin embargo, sólo transitaremos aquellas en
las que son atormentados los personajes griegos.
Gerion, gigante anteriormente descrito. |
En el
primer foso del círculo del Malebolge se castiga, como mencionamos, a los
seductores. En efecto, así como los infligidos esgrimieron la seducción para
“avanzar” en sus objetivos en el Infierno también son “ayudados” a marchar sin detenerse con
latigazos que los verdugos infernales les asestan, tal como refiere la frase de
arriba. En dicho foso, Dante y Virgilio descubren a Jasón, el
héroe de los griego de los “Argonautas” que
sustrajo el Vellocinio de Oro. Para lograr el robo, Jasón
tuvo que pasar varios obstáculos: domar dos toros formidables, derrotar a un
ejército de guerreros y vencer a la gigante serpiente que custodiaba
el Vellocinio. Su éxito en dichas dificultades se debió en gran parte a la
ayuda de la hechicera Medea, quien, habiéndose enamorado del héroe, prometió
ayudarlo siempre y cuando él aceptara ser su marido. Sin embargo, al lograr su
cometido, Jasón abandonó a Medea para casarse con Creusa, a quien Medea asesinó. En una situación
similar, el héroe hizo lo propio con Hipsípila
completando una serie de pecados que le valieron tal castigo en el
Infierno. Llegando a la cuarta “bolgia” nos topamos con las almas de los magos
y los astrólogos. Si durante su vida terrenal quisieron ver al futuro, es
decir, pretendieron mirar hacia adelante, ahora en el Infierno su pena
se basa en tener la cabeza hacia atrás, teniendo por pecho su espalda.
Así,
allí sufren penitencia, entre otros, Anfiarao y Tiresias. El
primero era un célebre vidente de Argos que participó de la expedición de
Polinicies contra Tebas, a pesar de que en un
principio se negó a participar, debido a que había augurado su propia muerte en
la batalla. Sin embargo, el héroe no sólo acudió a ella, sino que murió cuando
Zeus abrió la tierra con un rayo y él cayó por la grieta. Según el propio
Virgilio, al advertirlo en el Inframundo, comenta que en esa caída fue
directamente a parar hasta Minos, el juez del Infierno. En cuanto a Tiresias,
podemos referir que quizás sea el adivino griego más renombrado. Según su
leyenda, Zeus y su esposa Hera lo llamaron para que fuese jurado en una
discusión marital: mientras la diosa decía que eran los hombres quienes más
disfrutaban del sexo, el dios afirmaba que eran las mujeres. Tiresias,
indudablemente contestó que Zeus estaba en lo cierto y Hera, despechada, dejó
ciego al circunstancial juez. El dios, para compensarlo, le dio el don de la
predicción. Resulta cuanto menos curioso que su cualidad es reflexionada como
un don para Zeus y como un pecado, que le merece su padecimiento en el
Infierno, para Dios.
Continuando
nuestro viaje descendente, en la fosa octava se castiga a los aconsejadores
perniciosos, en donde las almas están envueltas en una llama que los abraza y
abrasa eternamente. Odiseo y Diomedes, dos
de los guerreros más importantes de la Guerra de Troya, lloran su tormento en
un mismo fuego y esta particularidad se explica puesto que ambos llevaron a
cabo sus mayores hazañas luchando uno al lado de otro: juntos mataron al
troyano Dolon, juntos robaron el Paladio sin el cual Troya sería
inexpugnable y juntos saquearon la ciudadela. A pesar de su fusión en la misma
zarza, quien más sufre las peores quemaduras es Odiseo, por ser él quien ideó
el mayor fraude de las leyendas griegas: El Caballo de Madera.
Es
importante remarcar que los ecos de la estafa del Caballo de Troya retumban
asimismo en la décima “bolgia”, donde Sinón, primo
de Odiseo, es atormentado. Según el mito, cuando los aqueos simulan abandonar
Troya, Sinón se entierra en la arena con la cabeza al aire, al lado del
artilugio de madera, justificando con patrañas su permanencia en la patria
ajena. Y es así que logra convencer a Príamo, el rey de Troya, de que entre el
“obsequio a Poseidón” a la ciudadela, al mismo tiempo en el que implora ser
admitido como un nuevo troyano. Dadas sus mañas para la mentira, los ilusos le
creen e ingresan el artilugio en el que se ocultan los guerreros griegos,
quienes proporcionarán la destrucción e incendio de la ciudad.
Dante y
Virgilio intentan ser atormentado por diablos cornudos, caracterización que
llega aun hasta nuestros días
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Noveno
Círculo: Los traidores.
“Tenían
todas estas sombras las caras vueltas hacia abajo y con el batir de sus dientes
de sus bocas manifestaban el frío que sentían, como sus ojos la tristeza de sus
corazones” (La Divina Comedia, canto XXXII)
Los
traidores padecen “enterrados” en el hielo del Cocito. Los peores pecadores,
están completamente sumergidos.
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El
noveno círculo del Infierno es, lisa y llanamente, aterrador. Inmerso en un
pozo dentro del lúgubre abismo, está custodiado por Gigantes encadenados, tanto
aquellos que aparecen en la Biblia como los de la Mitología Griega. Ahora bien,
si atendemos a la cita que da inicio al círculo por el que transitamos,
comprenderemos que en esta instancia el fuego no incinera ni alumbra los
sombríos muros, con lo cual todo el recinto queda sumido en una profunda y
doliente penumbra. Los condenados en este disco del Infierno están “sepultados”
en el hielo del río Cocito y sus cuerpos están gradualmente postrados en él de
acuerdo a la gravedad de sus pecados. Asimismo, el círculo está subdividido en
cuatro secciones: la primera es llamada “Caina” en “honor” a Caín, quien
traicionó a su hermano Abel y lo asesinó. La segunda se denomina “Antenora”,
haciendo alusión a un “habitante” del lugar, Antenor, quien siendo un soldado troyano pactó con los
griegos invasores, por lo que éstos no asaltaron su casa. El tercer recinto
recibe el nombre de “Ptolomea” y el cuarto “Judeca”, en función del traidor de
traidores, Judas Iscariote.
Concretamente,
en el último círculo infernal no hay personajes de la Mitología Griega, excepto
por la presencia del mismísimo Satán, cuyas características siempre
coincidieron con las de Hades, el dios griego del Inframundo. Pero más allá de
esta discusión, es ineludible describir el último círculo, ya que en él, Dante
y Virgilio se enfrentan a Dite, el rey del Infierno, que no es otro que Lucifer
o Satanás. Éste aparece enterrado en el hielo hasta su cintura, situación en la
que quedó luego de ser arrojado por Dios al querer usurparle su reinado. Cuando
Dante lo ve, queda estupefacto por el espeluznante monstruo.
Satanás
es descripto por Dante como un engendro de tres caras en la misma cabeza, que
posee dos alas como de murciélago (cuyos aleteos hielan todo el Cocito), que
gime y se babea sanguinolentamente. Las tres caras de Satán de alguna manera
confrontan con la Santa Trinidad de Dios. En efecto, con sus fauces laterales,
Lucifer engulle con furia tanto a Bruto como a Casio, los traidores y asesinos de Julio César,
mientras que con su boca central mastica la cabeza de Judas, con una brutalidad
aún mayor. Esta especie de emparejamiento que Dante realiza entre los traidores
del emperador romano y Jesús tiene que ver con que, en su época, el César era
visto como la representación del poder divino en la Tierra.
El
espeluznante espectáculo que Satán expone a los ojos de Dante, hacen que el
poeta sienta que está muerto en vida.
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Habiendo
recorrido el terrorífico Infierno de Dante, vale la pena destacar que La Divina
Comedia cambió la visión del orbe sobre el mundo de los muertos, el cuál, hasta
el momento, sólo amedrentaba a medias. Pero la excelsa obra del poeta
florentino produjo una revolución cultural que llevó a muchas personas a
transformarse al Cristianismo y, necesariamente, a una revolución en la
literatura universal.
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